Érase
una vez un hermoso reino, con una hermosa gente, cuyos reyes eran hermosas
personas también. Aquellos reyes eran jóvenes y deseaban con todo su ser tener
descendencia, por lo que al poco tiempo de casarse, tuvieron una bella niña. Esa
niña era tan, tan, tan bella, que todo el reino, incluso los reinos cercanos a
este supieron de esta, pues solo se hablaba de sus enormes ojos de color verde
y su brillante cabello tan dorado como el oro.
Pasaron
los años y todo en la vida de los reyes era maravilloso, hasta que de pronto
una terrible enfermedad se adueñó del reino… y de la bella reina.
La
reina cada día estaba más flaca, más decaída, y con menos energía… ella sabía
que iba a morir, por lo que mando a sus doncellas llamar al rey. El rey
enseguida se presentó en sus aposentos, y allí mismo la reina le dijo:
-
Querido rey mío, está llegando mi hora y debo dejarte, pero antes de
todo quiero decirte que tienes que volver a casarte, pero solo con una mujer
que sea más bella que yo… y por favor, cuida de nuestra pequeña hija y dale
este objeto para que jamás me olvide…
La
reina le entregó una cadena en la que había su anillo de casada y un trébol de
4 hojas de oro para que la buena suerte le acompañara de por vida.
La
reina tras la entrega murió, y el rey se sumió en una tremenda depresión, no hablaba
con nadie, no tomaba las decisiones propias de un rey, ni cumplía sus
funciones, lo único que le animaba y por lo que vivía día a día era por su hija…
A la
vez, una bruja que vivía en el reino, en la cueva más oscura que os podríais
imaginar, se enteró de la muerte de la reina, y de la débil situación en la que
se encontraba el rey, y ella tan deseosa de poder como había esta siempre, decidió
hacer de las suyas. Hizo un conjuro en el que solo los hombres podrían verla
bella, la más bella de las mujeres, pero en realidad era tremendamente fea, se podría
decir que era la mujer más fea del reino.
Entonces
llegó la bruja al castillo donde se encontraba el rey, y mientras iba caminando
por todos los pasillos y pasajes del castillo, todos los hombres que allí permanecían
se volvían locos nada más verla, en cambio las mujeres, solo podían ver una
vieja horrible que no transmitía mucha confianza. Tal y como llegó al salón
principal, donde el rey se encontraba, se quito la capa y el rey nada más
verla se enamoró profundamente, tanto,
tanto, que ese mismo fin de semana se casó con ella. Ninguna mujer pudo
entenderlo, ni siquiera su hija, a la que de repente dejó de atender…
La
princesa, triste y sola, pasaba los días en sus aposentos, hasta que un día el
rey entró en el, y le dijo que él y la nueva reina querían que ella casase con
un rico rey, el cual ya estaba de camino para conocerla. La princesa nada más
saberlo se puso a llorar, no entendía por que su padre la obligaba a casarse
con un hombre al que no conocía y además viejo, por lo que decidió ir en busca
de ayuda pero para ello debía escapar e ir a otro reino…
Entonces
la princesa abrió el baúl antiguo de su madre, donde guardaba los mejores
vestidos, cogió su abrigo de toda clase de pieles y los dejo encima de la cama
para seguir preparando su huida. La reina escondida tras la puerta, entendió
perfectamente lo que la princesa estaba haciendo, por lo que sabía que su poder
peligraba si la princesa escapaba, así que decidió hacer un nuevo conjuro,
mediante el cual cada vez que la princesa llevase puesto uno de los dos mejores
vestidos de su madre o el abrigo de toda clase de pieles, quedaría muda y sólo
podría recuperar su hermosa voz con un beso de amor verdadero.
Al día
siguiente la princesa se puso su abrigo de toda clase de pieles y se marcho del
castillo. Pasaron días, semanas, meses, y la pobre princesa ya no podía más,
había llegado el invierno, no encontraba frutos que comer, y se desvaneció en
la nieve con su abrigo… de repente sonaron unas trompetas y muchos perros
ladrando… ¡Era una cacería! Los perros guiados por el olor de todas las pieles
la encontraron y poco minutes después llegaron muchos nobles encabezados por un
rey, que por suerte no era su padre, si no el rey del quinto reino. La recogieron
y se la llevaron.
De
repente la princesa se despertó entre muchas criadas. Todas ellas le hacían mil
preguntas, como quién era y de dónde venía, que qué hacía en el bosque tan
lejos del pueblo sola… la pobre princesa intentaba hablar y no podía, no lo
entendía, se había quedado sin voz. Además, su aspecto ya no era de princesa,
sino más bien de una vagabunda debido al paso del tiempo en el bosque, así que
no pudieron reconocerla a pesar de lo conocida que era por su belleza. Ella
siempre llevaba encima su abrigo de toda clase de pieles, y como era muda, las
criadas decidieron llamarla Toda clase de pieles y hacerla criada de la corte,
trabajando en la cocina.
Se acostumbró
rápido a trabajar en la cocina y a servir a toda la corte, se puede decir que
era bastante feliz…pero había un asunto que siempre le rondaba la cabeza desde
el primer día que entro a trabajar en el castillo. Desde el primer segundo que
pudo ver al príncipe, no pudo pensar en otra cosa más que en él. Estaba profundamente
enamorada del príncipe, tanto, que estaba dispuesta a todo por conseguir su
amor.
Llego una
época en la que el príncipe decidió buscar a la mujer con la que quería pasar
el resto de su vida, y para ello, se organizó en el castillo durante dos días
unas fiestas, en las que acudían las más bellas jóvenes del reino de familia
noble como pretendientes para el futuro rey del reino. Tras diversas
actividades durante el día, llegó la noche, momento en el que se organizó un
baile de máscaras, y como no, Toda clase de pieles pidió permiso a la ama de llaves
des castillo, la cual era como su madre, y la dejo ir, con la condición de que
le llevará el caldo de todas las noches al príncipe antes de que se acostase. Sin
pensarlo se puso el vestido de su madre, tan dorado como el sol, la cadenita de
oro con el trébol y su anillo de casada, se puso una máscara que le tapaba la
mitad de la cara y al gran salón de baile marchó. Bajo las escaleras y el príncipe
no podía dejar de mirarla, era la más bella mujer que había visto en su vida, a
pesar de que apenas mostraba su rostro.
Bailaron durante horas y Toda clase de
pieles creía estar en una nube. Cuando termino el baile el príncipe se marcho a
sus aposentos, y Toda clase de pieles rápidamente se fue a prepararle el caldo
y a quitarse el vestido tan dorado como el sol. Se puso su abrigo de toda clase
de pieles y se presentó en los aposentos del príncipe, le entregó el caldo, se
quedó sin menos palabras de las que no podía decir, tan enamorada ella, y se
fue.
El príncipe,
al tomarse el caldo se encontró un trébol de oro… lo guardó.
Al día
siguiente se hizo el último baile de salón de máscaras, por lo que Toda clase
de pieles, volvió a pedir permiso a la ama de llaves quien no le negó sus
propósitos pero con la condición de que le llevara el caldo al príncipe antes
de que éste se acostase. Toda clase de pieles se colocó el vestido de su madre
tan brillante como las estrellas, su cadenita de oro, y la máscara. El príncipe
ya la estaba esperando al final de las escaleras cuando ella bajó, la tomó de
la mano y se pusieron a bailar toda la noche.
El príncipe de vez en cuando le
preguntaba cosas, pero la pobre Toda clase de pieles no podía contestarle, y
aunque al príncipe le pareció extraño, no le dijo nada más. Cuando acabó el
baile, el príncipe se fue a sus aposentos para descansar, y Toda clase de
pieles volvió corriendo a quitarse el vestido y a cocinarle el caldo. Se puso
su abrigo de toda clase de pieles y le dejó el caldo al príncipe.
Esta vez,
antes de que Toda clase de pieles saliera de sus aposentos, el príncipe interrumpió
su paso y le rogó que se quedara. Toda clase de pieles se puso muy nerviosa y
entonces el príncipe se le acercó y le dijo que esperara a que se bebiera el
caldo. Cuando terminó, dentro del cazo había un anillo de boda precioso. El príncipe
lo cogió, lo limpió, le quito la capucha del abrigo a toda clase de pieles, la
miró fijamente a los ojos y le dijo:
-
Sé que eres tú de quien me he enamorado, y aunque intentes ocultármelo
jamás podría olvidar el color de tu piel, ni tus labios, ni el intenso verde de
tus ojos.
Entonces
el príncipe cogió el anillo, y pensó que debía devolvérselo, y se arrodillo
ante ella y le puso el anillo en la mano.
Toda clase de pieles, se arrodilló junto a
él, y se dieron un beso y… de repente recuperó su hermosa voz.
ADAPTACIONES
-
He cambiado la muerte de la madre por una enfermedad en lugar de por
hemorragias, que aunque es igual de traumático, lo veo menos agresivo que
desangrarse.
-
En la medallita no he puesto ni una virgen ni una rueca, las he
cambiado por un trébol de 4 hojas, que creo que para la sociedad en la que
viven los niños es más significativo.
-
El incesto ha sido eliminado, siendo el principal problema de huida de
la princesa una bruja.
-
Toda clase de pieles es muda a causa del hechizo de la bruja en lugar
de hacerse la loca, para darle más sentido al personaje y a las acciones de la
bruja.
-
En lugar de ser un cocinero su mejor amigo dentro del castillo del príncipe
he puesto a la ama de llaves, que tiene más poder para decidir qué puede hacer
una criada.
-
El baile es con máscaras para darle más emoción.
-
Se han omitido uno de los tres elementos de la cadena de oro de la
madre de la princesa, y en lugar de tres son dos vestidos para que la historia
no se hiciera más larga.
La adaptación de este cuento está destinada a
niños de unos 8 años, ya que sobre todo el tema del incesto es un poco fuerte. Le
he incorporado un poco de fantasía con el tema de la brujería porque a esas
edades la magia todavía “sigue viva”. Esta
adaptación a pesar de serlo, mantiene la estructura del cuento original, para
que no dejen de conocer el clásico.